La robótica nos está facilitando la vida —a la vez que transformando la economía y los puestos de trabajo en una nueva revolución tecnológica—, pero también puede complicárnosla. Con el auge de la IA, surgen problemas y retos como los fraudes, las brechas de seguridad, la protección de los datos de los usuarios, el estatus legal de los robots, y un largo etcétera. Para algunos, quizás estén creando más problemas de los que solucionan, sobre todo con vistas a un futuro a medio y largo plazo.
Secretos robóticos y educación para la ciudadanía
Confiar demasiado en los robots y tener puestas altas expectativas en ellos es lo que puede hacer relajarnos demasiado y llevarnos a problemas que de otra manera podrían haberse evitado. Los robots tienen acceso a nuestros secretos más íntimos en forma de datos personales y también les damos una confianza desmedida en el sector de la sanidad, algo verdaderamente crucial.
¿Por qué nos fiamos tanto de ellos? Una de las razones es que la inteligencia artificial y la robótica es notablemente complicada de entender para aquellos que no son expertos en el sector; por lo tanto, los consumidores recurren a la confianza que otorgan los fabricantes y su reputación. La Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos tiene una clara definición para regular prácticas engañosas en el comercio, también aplicable para la robótica, que consiste en «la representación, omisión o práctica que pueda inducir a error al consumidor».
Uno de los mayores retos consiste en informar a la población sobre lo que un robot es capaz o incapaz de realizar, cuyo conocimiento por parte de los ciudadanos está estrechamente influenciado por la cultura pop de las películas y los libros. La educación para el conocimiento de la IA, por tanto, supone una de las inversiones fundamentales de nuestra era. Un consumidor informado será menos susceptible a los peligros y retos que pueda presentar las acciones de un robot.
La inteligencia artificial sabe mucho más de nosotros de lo que pensamos, y esto puede hacer que humanos malintencionados sepan explotar una ventaja que muchos ciudadanos ignoran que está expuesta al público. Si esto es posible que ocurra en el mundo digital, también podría ser trasladable al mundo físico en futuros no tan lejanos.
¿Sabes a quién estás hablando realmente?
Cada año que pasa nos comunicamos más por internet y, a raíz de la pandemia, este cambio ha crecido exponencialmente. La inteligencia artificial está siendo capaz de generar un lenguaje y un entendimiento con el que puede hacerse pasar por humanos de manera muy eficiente, en clara referencia a la prueba de Turing —un examen que analiza si el comportamiento de una máquina es indistinguible de un ser humano—.
Se espera que mediante el desarrollo de tecnologías como el aprendizaje de máquina y el aprendizaje profundo (machine learning y deep learning, en inglés), la IA sea capaz de generar un lenguaje natural y una especie de sentido común. Si un robot malicioso es capaz de imitar a un ser humano casi al completo, una persona que crea trasladar su información privada o sus sentimientos más profundos a una máquina sin nadie detrás quizás no sepa que hay alguien de carne y hueso escuchándola.
Los robots tampoco necesitan de ningún tipo de idioma humano para ser usados de forma maliciosa. Es destacable el ejemplo de recogida de información sensible que esta tecnología puede recoger para fines poco éticos, como aquellos wearables que detectan el ritmo cardíaco, nuestros patrones y horario de sueño u otras aplicaciones que registran nuestro estado emocional y su evolución durante el mes.
¿Sabes bien a quién estás delegando toda esta información? ¿Cómo sabes que tus secretos y tu información más secreta y sensible —aquella que tal vez ni siquiera compartirías con tu familia o amigos— está guardada a salvo? Una vez más, confiamos demasiado en la tecnología y no nos hacemos las preguntas necesarias para la protección de nuestros derechos.
El uso de estos datos puede que solo esté destinado para venderte una nueva televisión o la última barrita de chocolate nutritiva que te ayude con tu rutina de ejercicio, pero es preciso que tengamos este debate. Hay demasiados datos nuestros que circulan por internet; las consecuencias de ello no están demasiado claras hasta que ocurre un incidente, como fue el caso de Cambridge Analytica en las elecciones de Estados Unidos y la victoria de Trump en 2016.
Oportunidades por encima de los peligros
Aunque debamos ser cautelosamente optimistas en el uso de máquinas inteligentes, los beneficios en nuestra sociedad están siendo tremendos. La inteligencia artificial está en todas partes: en casas, apartamentos, espacios públicos, oficinas e industrias. Los robots pueden facilitarnos el día a día, pero es necesario que toda la ciudadanía comprenda los retos a los que el mundo actual se enfrenta con ellos, sobre todo en relación con un uso masivo de los datos de las personas.
El desarrollo de la robótica está provocando que muchos puestos de trabajo queden obsoletos y no todos la ven con buenos ojos, sobre todo aquellos más afectados directamente en términos laborales. Por otro lado, su evolución llevará a la creación de nuevas agencias para la protección de los datos de los usuarios, nuevos departamentos en empresas para un uso ético de la IA y nuevas industrias para su constante desarrollo y mantenimiento.
¿Que la robótica plantea sus peligros? Por supuesto, ningún avance en la historia de la humanidad estuvo exento de desafíos. Solo queda ver cómo podemos hacer que la reputación de la inteligencia artificial se mantenga robusta para los consumidores, y su confianza a la hora de utilizarla en todos los ámbitos de la vida. La rebelión de las máquinas tendrá que esperar.