En cualquier ámbito donde se lo analice, el progreso tecnológico está destinado a cambiar nuestras vidas. A través del tiempo, la música ha experimentado un sinfín de modificaciones tecnológicas, tanto en sus procesos de grabación, como en su reproducción. La pregunta que muchos se hacen es, ¿esto termina beneficiando o perjudicando al artista y al oyente? La respuesta, como es de preverse, no es tan simple. Como en otras áreas en donde la tecnología ha revolucionado los estándares, en el ámbito musical existe una división entre los puristas que se inclinan por lo tradicional y aquellos que se encuentran muy a gusto experimentando con nuevos sonidos e instrumentos. Pero por más que se luche contra el progreso tecnológico, lo cierto es que las constantes innovaciones que están rediseñando la manera de experimentar la música continuaran su marcha hacia el futuro.
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano se ha expresado a través de los sonidos. Una idea, un sentimiento, una historia, todos ellos pudieron encontrar en la música un inigualable vehículo para conectar al artista y al oyente de manera directa, instantánea. Durante mucho tiempo, la única manera de poder escuchar música era en vivo, frente a frente con el intérprete. Posteriormente, el fonógrafo permitió la reproducción de sonidos en discos de pasta de vinilo, algo que logró poner la música al alcance masivo de oyentes de todo el mundo.
Le llevó a la industria de las grabaciones musicales poco más de un siglo el pasar del arcaico fonógrafo inventado por Thomas Edison al Compact Disc. En el medio, pasaron las cintas magnéticas (cuyo proceso de grabación fue reemplazado casi en su totalidad por medios digitales) y las ya obsoletas cintas de casete. Pero, a pesar de que el CD es todavía valorado por aquellos fanáticos que consideran que el arte visual contenido en su impresión gráfica es casi tan importante como la música, este es un medio al que probablemente le queden pocos años más de vida. El tamaño actual de un CD es mayor que el de un teléfono celular o un disco rígido, los cuales pueden almacenar el contenido equivalente a decenas de discos compactos.
¿Cómo afectaron las nuevas tecnologías a los músicos? Esta es una pregunta ambigua. Por un lado, gracias a la Internet y a los servicios de streaming, podemos acceder a la música de cualquier artista en cuestión de segundos, sin tener la necesidad de comprar su álbum completo. Pero, esta accesibilidad beneficia tanto como perjudica al autor, ya que ese masivo e instantáneo acceso de parte de su obra evita que cada canción forme parte de un concepto artístico que es posible de experimentar solamente si se escucha el álbum completo. Por otro lado, el hecho de pagar solamente por aquellas canciones más populares de su disco disminuye la ganancia total que el artista solía obtener antes de la llegada de la Internet.
¿En qué cambio la tecnología a la experiencia musical? Durante la mayor parte del siglo pasado la única manera de escuchar a un artista era en un recital en vivo o esperar hasta que su álbum llegue a las disquerías más cercanas. Ambos medios de acceder a nuestra música favorita requerían de un considerable gasto económico de nuestra parte. Actualmente, podemos ver recitales en vivo en YouTube en calidad HD y escuchar canciones de manera gratuita en cuestión de segundos.
Puede argumentarse que con las nuevas tecnologías se perdió cierta mística. Prácticamente ya no existe la ansiosa espera de antaño que solamente era aplacada cuando los primeros acordes comenzaban a sonar en un recital o cuando colocábamos el nuevo trabajo de nuestro artista favorito en nuestro equipo de música. Si bien estas prácticas aún permanecen presentes en nuestra sociedad, la constante disponibilidad de medios digitales para ver a los artistas y escuchar su música es un hecho que ha disminuido mucho aquel viejo misticismo.
Las nuevas tecnologías les ofrecen a los músicos actuales herramientas que emulan a la perfección a tanto a instrumentos como a los estudios de grabación más sofisticados. Programas como el potente ProTools ofrecen una infinidad de instrumentos y efectos de sonido que le abren un universo creativo a cualquier músico que aprenda a utilizar éste y otros programas similares. De la misma manera, muchos puristas del sonido crudo y convencional objetan que este ilimitado número de opciones terminan por agobiar con opciones al músico, quien termina por enredar su creatividad en un infinito mundo de posibilidades. Hay que tener en cuenta de que esta tecnología influye en mayor o menor medida dependiendo del tipo de música que el artista aspire a crear, siendo más práctico en el ámbito de la música experimental que en el de las simples canciones de Rock and Roll o Blues convencionales.
En cuanto a la calidad, aquí existe un acalorado debate ente los que se inclinan por la inigualable calidad del sonido análogo y de aquellos que aseguran que la grabación digital permite alcanzar el mismo nivel de fidelidad. Hace mucho tiempo atrás, la única manera de que el artista grabe su música era través de un micrófono, cuyo sonido era posteriormente registrado por cintas magnéticas. En la grabación digital, esos sonidos son interpretados por ondas análogas las cuales son convertidas en señales digitales. Algo que resulta indiscutible en favor de este último medio es la durabilidad de la grabación. Mientras que un disco de vinilo pierde calidad con el paso del tiempo y, tanto este medio como un CD pueden rayarse, una grabación digital no pierde jamás su calidad.
La tecnología nos ha otorgado la oportunidad (no sin un acalorado debate) de disfrutar de aquellos artistas que ya no se encuentran entre nosotros. Gracias a complejos procesos de captura de movimiento, compañías como Base Hologram han “resucitado” a artistas como Michael Jackson, Freddie Mercury y 2Pac Shakur en festivales masivos que han dejado a más de uno con la boca abierta. En 2019, los recitales que utilizaban los hologramas de Frank Zappa y Roy Orbison resultaron ser todo un éxito, algo que puede convertirse en un lucrativo (y un tanto mórbido) negocio para las futuras generaciones que no pudieron ver a estos artistas con vida.
Es innegable el hecho de que los nuevos medios digitales les abrieron las puertas a decenas de nuevos géneros musicales, algo que les permitió a diferentes artistas expresarse de una manera imposible de lograr antes de la llegada de las computadoras. Muchos puristas de los instrumentos tradicionales argumentan que estos artistas no pueden ser considerados como verdaderos músicos, ya que no pasaron por un arduo entrenamiento de rigor para aprender a tocar sus instrumentos. Esta denigración artística es más evidente cuando las miradas se posan en Disc Jockeys (DJs) y en géneros musicales como el Rock Industrial, el Ambient o el Trip-Hop. Ni hablar de los avances de la Inteligencia Artificial, quien está consiguiendo (mediante programas como AIVA) crear piezas musicales únicas utilizando complicados algoritmos predefinidos. Esta es la pesadilla de los acérrimos defensores de la idea de que solamente es posible crear música luego de pasar años aprendiendo notación y solfeo encerrados en un conservatorio.
Aprender a tocar una batería, por ejemplo, requiere de un nivel de coordinación y ritmo que lleva varios meses dominar (dependiendo del género musical, claro está). Sin embargo, aprender a programar una batería digital utilizando un software como Drum Machine puede llevar tan sólo un par de horas. Hoy en día, existen instrumentos que emulan casi a la perfección el sonido que producen instrumentos acústicos u orquestas enteras con sólo seleccionar una opción en un programa de computadora. Retrospectivamente, uno pudo escuchar el mismo desdén de parte de los músicos que tocaban instrumentos acústicos antes de la llegada de la guitarra eléctrica. Pero, en definitiva, se puede argumentar que la música se trata de un medio de expresión, siendo cada uno de los instrumentos utilizados herramientas válidas para su ejecución.
Podemos decir que la tecnología ha afectado la industria de la música tanto de manera positiva como de manera negativa, siendo éstas consideraciones finales de las que cada persona es el único juez. Lo grandioso que tiene este arte es que aquellos amantes del rústico y crudo sonido sin aditivos pueden recurrir a los viejos instrumentos de décadas pasadas, mientras que los más adeptos a las experimentaciones sonoras actualmente cuentan con todos los medios necesarios para satisfacer sus necesidades creativas. Con estudios de grabación digitales e instrumentos musicales de todo tipo que se encuentran a tan sólo un solo clic de distancia, los músicos de las nuevas generaciones tienen a su disposición una vasta selección de herramientas que les permite expresarse musicalmente. Y eso, en definitiva, es algo que resulta muy alentador para todas aquellas personas que quieran volcar su creatividad a través de los sonidos.