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Transhumanismo: La polémica fusión del cuerpo humano con la tecnología

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A esta altura del siglo XXI, ya estamos bastante acostumbrados a las mejoras que (muchas veces de manera automática) se instalan en nuestras computadoras y teléfonos celulares. Gracias a ellas, nuestros programas -incluso nuestro hardware- se ven beneficiados con una mayor rapidez, robustez y nuevas funciones. Pero, ¿es posible que en el futuro estas mejoras tecnológicas puedan integrarse en nuestro cuerpo y mente? Para los promotores y entusiastas del transhumanismo, esto no sólo es posible, sino que es algo inminente. Sin embargo, debemos tener en cuenta que, paradójicamente, estas mejoras también pueden acarrearnos enormes dificultades…

El concepto de transhumanismo puede definirse como un movimiento filosófico que busca promover la evolución de la raza humana más allá de sus límites naturales. Sus adherentes están convencidos de que esta meta puede lograrse mediante el uso de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, nos daremos cuenta enseguida que las implicancias de esta filosofía van mucho más allá de simples upgrades de nuestros cuerpos y mentes.

Comencemos por el principio. Existe un individuo al que comúnmente se lo considera como el creador del término, así como uno de sus ideólogos más respetados: el biólogo evolucionario y eugenecista Julian Huxley (1887-1975). Este galardonado Caballero de origen británico propuso en sus libros y disertaciones que la idea del transhumanismo es “…intentar superar sus limitaciones (refiriéndose a los seres humanos) y así alcanzar metas más completas”.

Es muy importante tener en cuenta que Huxley, como tantos otros promotores de la eugenesia durante las primeras décadas del siglo XX, era un firme defensor del Darwinismo social. Con ello, podemos comprender por qué muchas de las áreas del transhumanismo apuntan a mejorar a la raza humana, no sólo mediante mejoras bio-tecnológicas, sino a través del descarte de aquellos seres “inferiores”. Actualmente, esta cuestión se refleja claramente cuando el movimiento transhumanista propone la manipulación genética de embriones humanos para seleccionar solamente a los más sanos y fuertes.

Es innegable que el transhumanismo tiene el potencial de transformar nuestras vidas de manera profunda e irreversible. Las implicancias de una adopción irrestricta de esta filosofía son tan alentadoras como polémicas. ¿Estamos realmente dispuestos a inmiscuirnos en los procesos biológicos de la creación humana basándonos en las brutales teorías Darwinistas de la selección natural?

Si tomamos en cuenta las aplicaciones prácticas del transhumanismo, podemos ver que los exponentes de esta doctrina pretenden utilizarlas para aumentar la capacidad física y mental de los seres humanos. Los defensores de esta doctrina argumentan que estos upgrades, si bien aparentan ser extremadamente radicales, no son diferentes a la utilización de lentes para corregir nuestra visión o usar una dentadura postiza para poder comer con normalidad. Entre aquellas mejoras corporales que la ciencia dedicada al transhumanismo anuncia para los años venideros, se encuentran las siguientes:

  • Lentes de contacto capaces de tomar fotografías y grabar videos.
  • Audífonos universales que traducen idiomas en cualquier parte del mundo.
  • Trajes exoesqueletos que nos otorguen una mayor fuerza física.
  • Implantes de microchips cerebrales que nos permitan controlar prótesis de nuestras extremidades perdidas.
  • Chips RFID (Identificadores de Radio Frecuencia) que nos posibiliten desbloquear puertas o activar contraseñas con el movimiento de nuestras manos. 
  • Manipulación de la Fertilización In Vitro (IVF) para conseguir seleccionar los mejores embriones.
  • Desarrollo e implante de Interfaces Cerebro-Máquina (BMIs), los cuales otorgarían la posibilidad de comunicarnos remotamente a la velocidad del pensamiento. Esta tecnología ya está siendo investigada por Neuralink (la compañía de Elon Musk), Facebook y DARPA, la agencia de defensa norteamericana.
  • Tecnología CRISPR (secuencia de ADN), la cual nos ofrecería la posibilidad de erradicar las enfermedades hereditarias.
  • La nanotecnología conseguiría introducir en el cuerpo humano micro-robots que regularían el estado de salud y hasta de ánimo del individuo.
  • Mediante la inmersión de los cuerpos fallecidos en nitrógeno líquido a una temperatura inferior a los -180° C, la criogenia ofrece la posibilidad de restaurar la vida humana luego de extensos períodos de tiempo.

De llevarse esta filosofía a la práctica, probablemente muchos de sus beneficios se vean opacados por las peligrosas consecuencias de sus aplicaciones. Por ejemplo, el implante de un microchip permitiría que las autoridades encuentren fácilmente a personas desaparecidas. De igual manera, las autoridades podrían vigilar cada movimiento que realice un individuo, convirtiendo al estado en un perpetuo vigilante de sus ciudadanos. Foucault estableció la noción de que la sensación de estar permanentemente observados propensa la disciplina, algo que sin dudas puede derivar en la creación de estados autoritarios.  

Mientras que gran parte de la comunidad científica busca otorgarle Inteligencia Artificial a máquinas y dispositivos para que éstos logren realizar tareas cognitivas que nos son imposibles de realizar, el transhumanismo encara al asunto de otra manera. ¿Para qué intentar exteriorizar nuestra inteligencia en simples aparatos cuando podemos utilizar la tecnología para mejorar la nuestra? De este concepto surge el dilema de si una inteligencia humana mejorada mediante el implante de un microchip tiene el mismo valor de aquella que se nutre naturalmente del esfuerzo y conocimiento del propio individuo.

Una de las metas más buscadas por los proponentes del transhumanismo es la de extender la vida de las personas. Pero, cabe esperar que una mayor longevidad de la especie humana no sea tan positiva como inicialmente se puede pensar. De acuerdo al ritmo actual del crecimiento demográfico global, las Naciones Unidas calculan que, para el año 2050, habrán 9.8 billones de seres humanos sobre el planeta tierra. Lógicamente, la capacidad de producir comida, energía y el acceso a agua potable se verá limitada drásticamente. ¿Podemos imaginar las nefastas consecuencias de una especie humana que viva un promedio de 100 años en un mundo con reservas de supervivencia esenciales en crisis?  

A pesar de los prometedores beneficios que auguran los proponentes del transhumanismo, lo más probable es que una adopción generalizada de su doctrina genere soluciones para pocos y problemas para muchos. En un planeta cuyo 10% de sus 7.8 billones de habitantes diariamente pasa hambre, las prioridades de estas personas no pasan necesariamente por el acceso a costosos implantes biónicos… Sin dudas, el transhumanismo tiene el gran potencial de crear mayores divisiones sociales entre aquella elite de seres humanos “mejorados” y los que permanecen en su condición natural e inalterable.

¿Qué sucedería con la vida económica y social de las personas en un mundo “transhumano”? Seguramente las empresas preferirían contratar a personas cuyos implantes les permitan trabajar más eficientemente y durante más tiempo, descartando a aquellas que no los tienen. Inclusive la selección de la pareja posiblemente se base en las condiciones genéticas mejoradas que ofrezca el otro individuo, buscando siempre obtener la mejor calidad de descendencia posible.

Como cabe esperar, muchas de estas mejoras van a generar enormes debates y polémicas con respecto a su implementación en nuestra sociedad. Se trata, sin dudas, del gran debate del futuro, el cual va a determinar hasta qué punto estamos dispuestos a modificar la naturaleza de nuestros cuerpos para alcanzar un nuevo nivel de humanismo. En definitiva, de llegarse a expandir masivamente el transhumanismo en nuestras sociedades, ¿alcanzará la humanidad la meta de trascender sus límites o sentará las bases para un distópico mundo más dividido y desigual?

David Pearce, uno de los promotores líderes del transhumanismo y co-fundador de Humanity+, declaró que: “…solamente las soluciones de alta-tecnología podrán erradicar el sufrimiento del mundo. La compasión sola no es suficiente”. Definitivamente, dentro del transhumanismo no hay lugar para nociones arcaicas como los sentimientos de integración, diversidad y solidaridad que caracterizan a la especie humana. ¿Acaso esta doctrina realmente busca mejorar al ser humano o simplemente fomentar un masivo elitismo biotecnológico?

Nadie puede discutir las ventajas de utilizar la tecnología para ofrecerle a una persona con discapacidad mental o física la posibilidad de corregir sus dificultades mediante un implante cerebral o de algún órgano de su cuerpo, según sea el caso. Lo que debemos comenzar a plantearnos es la cuestión ética del uso de estas tecnologías para evitar los abusos y la discriminación. Aquellos que no cuenten con los medios para acceder a las mejoras que propone el transhumanismo correrán el riesgo de convertirse en víctimas de la selección “transnatural”. En un planeta cuyo futuro se verá amenazado por la superpoblación, las vidas de estos individuos posiblemente se vuelvan… redundantes.

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