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¿En manos de quién deberían estar los servicios de Internet?

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Durante más de una década, las mega compañías tecnológicas han controlado los servicios más importantes que le dan vida a la red de redes. A diario utilizamos buscadores de contenido web, redes sociales y plataformas de noticias, todos ellos bajo el completo poder –y caprichos- de unas pocas empresas. ¿Existe alguna alternativa? Posiblemente ésta pueda hallarse en la misma tecnología comunitaria y descentralizada que potencia al sistema blockchain de las criptomonedas.

El acaparamiento de poder por parte de las grandes empresas es una cuestión a la que estamos tan acostumbrados que generalmente pasamos por alto sus profundas implicancias. Y, en este sentido, la tecnología está muy lejos de ser la excepción. 

Queda claro que inclusive las mismas mega compañías no esconden su deseo de controlar todo el mercado con sus productos y servicios. Después de todo, existe una versión del juego de mesa Monopoly con una edición patrocinada por Coca-Cola…

En el masivo mundo de la Internet, este monopolio tiene ya varias décadas de existencia que redundó en reclamos y juicios por parte tanto de los consumidores como de la competencia. 

Desde comienzos de la década de los 80s -es decir, durante los inicios de la Internet- hasta llegar a mediados del 2000s, este problema no existía en el plano de los servicios online. Cada sitio web estaba descentralizado y su control recaía en manos de la comunidad de servidores y organizaciones que componían al DNS (Domain Name System).

Cada página era administrada de manera abierta y democrática por sus propios dueños a través de reglas claras que impedían el abuso de poder o la presencia monopólica de una sola compañía. Pero todo esto cambió radicalmente hace unos 15 años cuando los servicios y el software de compañías como Google, Facebook y Twitter reemplazaron en gran medida al viejo modelo comunitario de los 80s y 90s.

Las raíces democráticas de los programadores de código que administraron la Internet hasta fines de siglo pasado generaban un ecosistema tecnológico basado en la cooperación y la libertad. Sin embargo, este modelo -cimentado en el Open Source, es decir, la modificación abierta de un código- no era del agrado de las megacorporaciones de software. En el año 2001, el ex jefe de Sistemas Operativos de Windows, Jim Allchin, lo expresó en una sola frase: “Open Source es un destructor de la propiedad intelectual”. 

No resulta extraña la aversión de las grandes compañías tecnológicas en relación a un sistema que les ofrezca la posibilidad a los usuarios de modificar programas y sistemas operativos. Más allá del beneficio comercial de monopolizar el mercado de los servicios y el software que utilizan millones de personas diariamente, se encuentra una razón aún más relevante: el control.

Google tiene –a través de sus términos de servicio- toda la potestad legal y necesaria para determinar cuáles sitios web se mostrarán primero en su buscador. De igual manera, las redes sociales más utilizadas como Facebook tienen el control absoluto a la hora de censurar una noticia, cambiar las reglas de privacidad y suspender o activar la cuenta de determinado usuario.

El alcance de este inmenso poder, así como su consecuente abuso, está siendo actualmente tratado por la Corte Suprema de los EEUU, en donde el Big Four tecnológico –Amazon, Apple, Google y Facebook- está siendo demandado por ejercer un monopolio ilegal. Pero este no es el único problema que se les avecina a estas compañías en el futuro.

El Open Source en los servicios de Internet se está convirtiendo en una alternativa cada vez más tenida en cuenta por una comunidad de usuarios que desde hace tiempo percibe las falencias y riesgos de utilizar estas plataformas centralizadas. Robo de datos, fake news, recolección ilegal de información personal, todos estos y muchos otros problemas podrían evitarse al utilizar la misma tecnología que potencia a las criptomonedas.

El uso de servicios descentralizados de Internet no solo crearía más alternativas para los usuarios, sino que fomentaría en ellos una cuestión significativamente más importante: la confianza. Sin una autoridad central que regule y manipule el acceso a estos servicios, la idea de que alguna vez pueda reemplazarse el corporativismo en la red de redes no resulta ser algo inverosímil. Después de todo, el 80% de ésta se encuentra potenciada por Linux, el sistema operativo Open Source por excelencia.

Resulta irónico que sea justamente la “confianza” lo que genera el masivo y continuo uso de servicios que ofrecen las compañías que integran el Big Four. Esto es así a pesar de que es de público conocimiento el hecho de que estas empresas espían a sus usuarios, venden sus datos personales, censuran libremente el contenido que publican y ejercen una competencia monopólica.

La pregunta es si acaso existen alternativas Open Source para el acceso de estos servicios de internet. La respuesta, aunque afirmativa, está lejos de poder ofrecer una solución que cambie el paradigma actual. Mastodon es un híbrido entre Facebook y Twitter que se interesa mucho por cuidar la seguridad y privacidad del usuario.

Sucede lo mismo con Textile y PixelFed, los cuales se enfocan en la publicación de fotografías, un servicio muy similar al que ofrece Instagram pero que apunta a un intercambio más personal del contenido. En cuanto a alternativas a un buscador que provea mayor privacidad que Google –el cual guarda en sus cookies la IP del usuario, su historial de navegación, etc- existen varias opciones, siendo DuckDuckGo una de las más populares.

Resulta muy difícil poder evadir la omnipresencia de los servicios que proveen las megaempresas tecnológicas que controlan el mercado actual. En la mayoría de los smartphones y computadoras ya viene instalado un sistema operativo determinado que incluye los paquetes de productos de las compañías que integran el Big Four, con lo cual la posibilidad de elección –o siquiera la voluntad de hacerlo- disminuye prácticamente a cero.

Muchos analistas ponen sus esperanzas en la eventual creación y masiva distribución de estos servicios que se basen en el blockchain, la misma tecnología descentralizada con la que opera Bitcoin y el resto de las criptomonedas. Esta es una propuesta que está siendo muy evaluada por estos días, aunque su implementación solo pueda darse a muy largo plazo y no sin una gran batalla por parte de las compañías que dominan los servicios de Internet actuales.

Sin embargo, tal como sucedió con el reemplazo del software corporativo por el de Open Source –un hecho que se demoró sus buenos 20 años-, no debemos perder las esperanzas. Los beneficios de contar con herramientas y servicios on line que sean gobernados por la misma comunidad de usuarios sería enorme. 

De llegar a adoptarse masivamente, este nuevo paradigma revolucionaria a la Internet actual, devolviéndole a las personas la confianza de navegar y utilizar los servicios de la red de redes con un renovado sentimiento de seguridad y, sobre todo, de libertad.

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